Nosotros queremos que las cosas sucedan por arte de magia; que no nos suponga un esfuerzo… portarnos bien es algo relativo y capcioso. Creemos que existen las casualidades fortuitas… y nos quejamos si las cosas nos van mal, achacándolo a la mala suerte.
Ya se tuerce el buen entendimiento de lo que supone la Ley de Causa y Efecto en la niñez, cuando ponemos nuestra esperanza de tener una bicicleta en que los Reyes Magos nos complazcan. Ya entonces -desde una mente infantil escudriñadora – el niño que se ha portado bien pero sus reyes son pobres, que no recibe el regalo deseado y solicitado con tanto fervor, se siente totalmente traicionado y decepcionado ante la desigualdad de trato con sus amiguitos más bien posicionados.
… las expectativas fundadas en lo engañoso de nuestro mundo comienza en esa tierna edad a fomentar la inseguridad y la desilusión. Para el niño sensible que no recibe lo deseado puede ser un trauma y para el que tienen la suerte de tener padres con dinero y se le complace sin mayor esfuerzo, una desgracia … pues, en el futuro, bajo qué parámetros valorará la vida.

