
Hasta no hace mucho las religiones sometían a la obediencia a los pueblos, como instituciones poderosas, a través el miedo y la ignorancia. Desde esa visión deformada de lo que es la espiritualidad la gente seguía las prácticas externas esperando una ayuda y protección ante el miedo al castigo celestial. En términos generales el ser humano era fácilmente manipulable y su fe era «ciega», es decir, no había posibilidad ni capacidad para cuestionar los mandamientos de un dios vengativo y castigador.
Y sí, en cierta medida esas simples herramientas eran útiles para calmar la culpa de los múltiples pecados. Eran y son soportes externos, para los que no profundizan en su Ser y experimentan la divinidad en sí mismos.
Hoy en día el lenguaje y el entendimiento de lo que significa la espiritualidad y Dios, es bien distinto. Hemos descubierto que somos CONCIENCIA y el único responsable de nuestro destino es uno mismo, según la actitud con la que enfrentamos las situaciones y circunstancias.
Hoy hablamos de Conciencia, de elevar la frecuencia a una vibración de AMOR, Hablamos y sentimos que somos energía y que el Universo nos sustenta. Nada queda al azar, somos responsables de nuestra existencia y felicidad. No hay bueno ni malo sino nivel de Conciencia; este planeta -nuestra Madre Tierra- es nuestra escuela.
Somos testigos y observadores de nuestras acciones desde la perspectiva del aprendizaje y estamos atentos para ser lo más imparciales posible. Llevar a la práctica las creencias de uno es dar vida al Ser; creando espacio para lo verdaderamente real que nos importa.
Llevar a la práctica las creencias de uno es hacer coherente la vida para llenarla de satisfacción y sentimiento de plenitud y gratitud. La persona que se siente frágil y dependiente es la que necesita de un apoyo externo que le brinde una seguridad y confianza que ella en sí misma no tiene.
Un gran guía y Maestro ha sido y es Jesús el Cristo. Sus enseñanzas siguen vivas y todavía tenemos mucho por reflexionar y poner en práctica sus palabras en profundidad, en lugar de simplemente endiosarlo. Jesús claramente manifestó que él no había venido a crear una nueva religión y puntualizó que él era hijo de Dios, como todos nosotros.

Me reúno con mi Ser. Me permite adentrarme en él como quien se adentra en un bosque.

