La conexión con la divinidad debe hacerse desde la madurez mental y emocional. La claridad mental nos acerca a la Verdad. Las creencias deben transformarse en experiencias. Se ha hecho necesario el posicionamiento correcto de nuestro Ser para tomar las riendas de la vida en todos los aspectos. La espiritualidad es uno de ellos.
Utilizar los rezos y la religión como sedante para no enfrentarse y responsabilizarse de uno mismo ante la vida ha sido nefasto en la historia del ser humano. Se terminó el vasallaje.
Son nuevos tiempos los que nos sacuden para que despertemos y comencemos a vivir desde nuestra Conciencia. No somos más súbditos de los poderosos; la fidelidad es hacia los principios que están grabados en nuestra Alma y Espíritu.
Descartemos primero la relación NO deseable desde la inconsciencia y la actitud servil.
> Relación de dependencia.
> Relación desde la culpa.
> Relación desde el miedo.
> Relación con un dios separado y lejano.
> Relación con un dios castigador.
Mi relación con Dios desde la espiritualidad:
> La divinidad -Dios- está en mi.
> Dios como Luz de Amor Puro en mi.
> Dios como Esencia Primordial Absoluta de Amor en mi.
> Dios Creador de todas las cosas en mi.
> Dios como Conciencia Suprema y Pura Misericordia en mi.
Tenemos que posicionarnos y «empoderarnos» como criaturas divinas que somos porque hemos sido creados de Su Luz.
No «empoderarnos» desde el Ego, sino desde el Espíritu. Es así como abandonaremos el papel de víctima, desaparecerán los miedos, dejaremos atrás el pasado, nos liberaremos de las creencias limitadoras, desaparecerán los sentimientos de abandono…
Cuando nos «empoderamos» desde el Espíritu, nos llega y envuelve la Gracia divina. Empoderarse significa recobrar la facultad y dominio sobre los valores del Ser en uno mismo. Empoderarse significa hacer posible lo que uno desea por el poder de su Conciencia ligada a la Conciencia Suprema.

Hay una pequeña historia de un anciano ciego que estaba en la calle mendigando. Estaba sentado en la acera y tenía un cartel junto a él que ponía «soy ciego y no tengo para comer» pero la gente pasaba sin prestarle atención. Un joven se paró frente a él y sin vacilar cogió el cartel, le dio la vuelta y escribió algo. Volvió a colocar el cartel donde estaba, echó unas monedas al pie del anciano y siguió su camino. De vuelta de su trabajo, horas después, volvió a pasar por delante del anciano y se paró a saludarle, viendo que sonreía. El mendigo, intuyendo que era la persona que había escrito algo en su cartel y que tanta suerte le trajo porque mucha gente se había parado a saludarle y ayudarle con algunas monedas, le preguntó curioso qué había escrito. El joven, sin darle ninguna importancia, le contestó: abuelo, escribí «es primavera y no puedo verla» … qué le parece … y los dos se echaron a reír.
Cuando no existe otra alternativa, el Ego se rinde y surge entonces, desde lo más hondo del Ser, el guerrero espiritual o pacificador.
Parece como que hubiese más maldad en la Tierra, sin embargo lo que pasa es que hay más Luz para verla y hacernos conscientes de ella y combatirla desde la Paz en nosotros.
Nos encerramos pero hay salida. Nos quedamos con patrones fijos pero hay posibilidad de salir de ellos y crear unos nuevos.
Si digo que yo creo en Dios es un grado inferior en la escala de la Certeza. Porque experimentando la Conciencia Suprema o Divinidad en mí, afirmo que yo soy parte del Dios viviente en todo y todos.
El AMOR y el MIEDO están en todos nosotros. Son parte de nuestro carácter y temperamento, de nuestra naturaleza como humanos. No hay nada que conquistar o combatir.
El sacrificio requiere de compromiso y esfuerzo. Siempre que sea voluntario y consciente, el sacrificio está bendecido por el Universo que apoya y fortalece a la persona que ha adquirido alguna responsabilidad.
De forma instintiva el ser humano siempre tuvo la tendencia a unirse a otros. A agruparse en clanes y tribus. A mantener fuertes los lazos familiares. La necesidad de protegerse hacía que se valorase, por encima de todo, lo que los hacía iguales.