Pensar tiene más beneficio que hablar.
El habla es la acción por medio de la palabra que utilizamos para comunicarnos, pero muchas veces nos arrepentimos de haber hablado demasiado pues ocasionamos daño a los demás y a nosotros mismos.
Si se utiliza sin pensar puede producir confusión, inestabilidad emocional y enfado.
Si se utiliza como arma arrojadiza, para defendernos, hará daño incalculable.
Si se utiliza para juzgar, al no ser imparciales no somos justos. Lo que hacemos es recriminar, y eso nos traerá como efecto, sentimiento de culpa y el desencanto por nosotros mismos.
Si se utiliza para pacificar, portando alta vibración de amor, irradiará paz y dicha.
Por otro lado, desde el silencio tenemos la oportunidad de pensar, observar, escuchar y sentir. Después podemos hablar si tenemos algo que decir.
No es útil la opinión que no aporta algo bueno. Si hablas, que sean palabras que nazcan en el corazón y lleven una nota de reconciliación y esperanza.
Guardar silencio precisa de un gran control sobre las emociones. Quien sabe guardar silencio -y conoce el valor del Silencio- no emite juicios, no opina, no interrumpe.
El Silencio es la no-acción que expresa la sabiduría de quien lo practica.

Lo más difícil en esta vida tan ilusoria y de apariencias es vivir en la verdad; no tener miedo a decirnos y decir a los demás nuestro sentir. ¡Todo un reto para los corazones encorsetados!
Desde lo más simple y cotidiano hasta el plan más elaborado, todo en la vida requiere de un objetivo y de un tiempo de preparación y desarrollo para alcanzarlo. Todo, primero es un pensamiento, una idea, que luego ejecutamos y materializamos. Podríamos hacer que todo se hiciese automáticamente y vivir robotizados, parece más fàcil no tener que pensar -eso creen muchos- pero a la larga, uno pierde la facultad de SENTIR y de maravillarse de la vida. Vivir desde los impulsos sin control siempre termina la vida pasándonos factura.
Estamos hechos un lío. Demasiada información sin procesar en una mente sin gran capacidad para pensar y dilucidar. Mientras no vaciemos nuestro sistema nervioso de todos los conceptos -ya caducos- que nos han ido introduciendo en nuestro cerebro y que nos mantienen en un mundo ilusorio, no tenemos capacidad real para llegar a ser en esencia quien somos.
No hagas de ti mismo un campo de batalla mental.
‘Creemos’ que somos la Mente porque ella ya nos domina y gobierna de forma totalitaria.
Si queremos terminar los conflictos en nuestra vida, debemos comenzar a actuar con coherencia.

