
Estás estresado e intentas calmarte comiendo. Te sientes cansado y reaccionas peleando con todos y por todo. Te preocupa el futuro de la familia sin embargo lo que expresas alrededor es malhumor.
No tenemos control sobre nuestras emociones simplemente porque no hemos aprendido a comunicarnos correctamente. Tenemos miedo a mostrar nuestras debilidades. Tenemos miedo a decir lo que nos pasa y lo que sentimos no lo sabemos comunicar ni compartir de forma amable, desde el corazón.
Los miedos bloquean nuestra capacidad de expresión y comunicación.
Aprendamos a dar salida a las emociones desde el corazón, con total sinceridad. Desde la calma. Ajustarlas sin que los juicios del Ego se entrometan. Evitando caer en los excesos sentimentales ni tampoco caigamos en el error de REPRIMIR por miedo a no ser comprendidos o miedo a las reacciones de los demás .
Se trata de un proceso de transformación de la mente reaccionaria que defiende el poder y privilegio del Ego.
Existe una resistencia a enfrentarnos a nosotros mismos para corregir el carácter impulsivo que salta y responde de mala manera sin pensar pero luego muchas veces se arrepiente uno de lo que ha dicho o hecho y se siente mal consigo mismo. Ya no vale decir «yo soy así»… no justifiquemos nuestra ignorancia, podemos modelar nuevamente nuestro carácter, suavizarlo, sólo basta actualizar nuestro sentir; sanar las heridas del corazón y amarnos a nosotros mismos.

Hay una pequeña historia de un anciano ciego que estaba en la calle mendigando. Estaba sentado en la acera y tenía un cartel junto a él que ponía «soy ciego y no tengo para comer» pero la gente pasaba sin prestarle atención. Un joven se paró frente a él y sin vacilar cogió el cartel, le dio la vuelta y escribió algo. Volvió a colocar el cartel donde estaba, echó unas monedas al pie del anciano y siguió su camino. De vuelta de su trabajo, horas después, volvió a pasar por delante del anciano y se paró a saludarle, viendo que sonreía. El mendigo, intuyendo que era la persona que había escrito algo en su cartel y que tanta suerte le trajo porque mucha gente se había parado a saludarle y ayudarle con algunas monedas, le preguntó curioso qué había escrito. El joven, sin darle ninguna importancia, le contestó: abuelo, escribí «es primavera y no puedo verla» … qué le parece … y los dos se echaron a reír.
Por miedo a sufrir elegimos no amar. De tanto vivir en el pasado o en el futuro nos volvemos de piedra porque hemos dejado de estar presentes en nuestra vida.

