
Si hace unos años atrás lo que dominaba en la sociedad como sentimiento era la ansiedad, ahora es la desesperanza. Y se entiende, porque la humanidad ha dejado de producir líderes -honestos-, dirigentes que velen por el bien común. Y para poder soportarlo, inconscientemente hemos tomado una actitud de relajamiento y vista gorda, que sin querer crea desilusión y hastío, en el fondo, de nosotros mismos.
¿Cómo retomar los valores que nos den la fuerza para seguir adelante con dignidad, sin perder la esperanza y el entusiasmo y a la vez tener el temple de mantenernos lúcidos?
La injusticia. La hipocresía. La desvergüenza y la desfachatez. La mentira. La codicia. Esto es lo que crea frustración. ¿En qué medida podemos luchar contra ello? … Empecemos por hacernos conscientes de nosotros mismos, de nuestras limitaciones y capacidades.
Ahora toca dar una perspectiva social mayor a nuestro entendimiento, para no quedarnos estancados o bloqueados en la desesperanza, la rabia o la impotencia. Tenemos que desarrollar recursos internos para que no nos involucremos más de lo necesario, y hacerlo de manera útil, o nos desgastaremos energética y emocionalmente, sin ver resultados.
A las emociones relacionadas con la decepción y la frustración, podemos quitarle todo el peso de drama o sentimiento de culpa, ampliando nuestra Conciencia a una dimensión mucho más elevada hasta llegar a la comprensión para no involucrarnos emocionalmente, sin caer en la indiferencia. Difícil pero posible.
Desde la aceptación, lo más conveniente es rebajar nuestro idealismo tomando una actitud más realista que no perjudique nuestra salud y nuestro bienestar. Así podremos ser más efectivos.









