No nos gusta esta palabra «pureza» porque las religiones se adueñaron de ella hasta agotar su esencia. Pero la pureza va ligada a la Verdad; lo que no es puro corre el riesgo y peligro de corromperse, pervertirse.
Volvamos a conectar con ella porque donde hay pureza no hay conflicto. Su significado es muy profundo. Piensa que, tu motivación en la vida, estará acorde a tu grado de pureza física, mental, emocional y espiritual.
La pureza de pensamiento y de acción pertenecen a una mente y corazón en paz.
No es una cuestión moral. Y va más allá de un tipo de actitud o conducta. La pureza viene del alma. La pureza crea Luz en el corazón.
La pureza de los alimentos purifican el cuerpo y así se consigue una salud óptima. No olvidemos que somos lo que comemos. Una alimentación responsable y consciente refinará también nuestro cuerpo espiritual.
Las impurezas en la Conciencia impiden que la intuición se desarrolle. Si no hay intuición no percibiremos con claridad ni fluiremos con la Naturaleza.
Cuando la mente tiene resistencias y es negativa es debido a las impurezas en la Conciencia, que se corrompe, se degrada o estanca.
Es necesario purificar los cinco elementos de los que estamos compuestos o tendremos tan poca energía vital que sólo seremos capaces de sobrevivir.
Para que nuestra energía vital sea ascendente tenemos que refinarla -convertirla en Prana- para que sea tan ligera que nos una a las energías superiores que son las del Amor y la Compasión, la Paz …

El AMOR y el MIEDO están en todos nosotros. Son parte de nuestro carácter y temperamento, de nuestra naturaleza como humanos. No hay nada que conquistar o combatir.
La densidad en el cerebro causada por almacenar demasiados pensamientos, problemas y conflictos, originan presión en la mente y dolor de cabeza. Esa densidad es la causante de tener poca claridad mental y poca capacidad para encontrar soluciones y simplificar la vida.
Todos, en mayor o menor medida, tenemos un apartado de ‘QUEJAS’ dentro de nuestro carácter. Es una actitud automática para llamar la atención. Y a veces está tan arraigada que no nos damos cuenta que justamente conseguimos lo contrario: nadie está dispuesto a soportar los lamentos de otros.
La dedicación a reconocer nuestro ser -quien somos en esencia-no tiene fin y lo que en un principio es un entrenamiento para crear esa disciplina de reconocimiento y conexión con nuestra naturaleza , en la segunda etapa se convierte en un fluir armonioso, al sentirnos dueños/as de nuestra vida.

