La culpa y el remordimiento

No siento ser una buena persona y al mismo tiempo que digo esto veo lo absurdo de lo que estoy diciendo.

El remordimiento, por las cosas que no he hecho bien -y que algunos se encargan de recordármelo-, siguen estando ahí, como un monstruo dormido que a veces despierta y me sacude con fuerza.

La culpa, que razono perfectamente para no castigarme, sólo son falsas exposiciones mentales; sentimiento cansino y agotador. Sacudirse de encima el papel de víctima se va haciendo cada vez más sutil y sale a la luz cuando uno menos se lo espera.

Ayer falleció una amiga mía y la noticia me impactó, me cogió desprevenida. Aunque ya sabía que estaba muy enferma, y me avisó de que se estaba muriendo, no me lo quise creer. La Mente aprovechó mi debilidad para mortificarme diciéndome repetidamente que no atendí debidamente a mi amiga.

Se abrieron las compuertas de la culpa y nuevamente me abandoné a los pensamientos negativos, fustigándome.

Menos mal que tenemos la capacidad de poner freno a esa parte de la Mente mezquina. Desde la RESPIRACIÓN CONSCIENTE. Cerramos los ojos, posición cómoda, espalda recta, y contamos mentalmente hasta SEIS inhalando. TRES reteniendo el aliento. NUEVE soltando el aire lentamente por la nariz.

Así varias veces hasta que la Conciencia vuelve a tomar el mando. «Yo no soy mi Mente. Yo tengo una Mente a mi servicio». «Yo no soy mi cuerpo. Tengo un cuerpo a mi servicio».

Tengo confianza absoluta en mi capacidad para resolver mis problemas desde la conexión con la divinidad que me sostiene y guía.

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