Hablar sobre Reiki u otras prácticas que nos conectan con nuestro ser esencial y con otras dimensiones de la Realidad, es infructuoso.
Hablar sobre la necesidad de trascender el plano material e ir a descubrir todo el potencial que reside en nuestro interior también es inútil, teniendo en cuenta que la mayoría de los oídos (internos) son sordos a estas cuestiones y que los egos se resisten a todo tipo de cambios y de esfuerzos.
Creer o no creer no es la cuestión. Se trata de experimentar en uno mismo. Las creencias se instalan en la mente y las experiencias vividas se graban en el corazón y son éstas -desde ese vislumbre- que nos impulsan a seguir adelante.
Cuando comencé a publicitar cursos de REIKI hace ya muchos años pronto me di cuenta y comprobé de que nada es casualidad y de que REIKI es un regalo para aquellos que están preparados para recibirlo, es decir que estas herramientas de crecimiento espiritual llegan a nosotros en el momento adecuado. Así que, nada debe ser forzado y nadie debe ser convencido de nada, en el convencimiento de que lo que está para uno, llegará.
No nos engañemos a nosotros mismos. Hoy en día existe hasta un título de «terapeuta Reiki»; se aprende como técnica y efectivamente ésta cubrirá lo más superficial de su enseñanza. Pero REIKI, como tantas otras enseñanzas, encierra una esencia que es común a todas ellas por estar conectadas con las Energías Superiores o Conciencia Suprema.
Iniciarse en REIKI significa que se te han abierto las puertas para acceder a las Energías Cósmicas para que te beneficies de ellas tú mismo y penetres en la Energía del Amor Incondicional como instrumento para ayudar a los demás.
La Maestría REIKI no solamente significa que ya estás capacitado para enseñar e iniciar a otras personas. Obtener la Maestría principalmente se refiere a una graduación del corazón espiritual, quien es el que da la certeza de que uno ha obtenido la maestría en sí mismo.
