Los hombres han tenido una madre que los amamantase, aunque parece ser que algunos no han tenido esa suerte de tener una madre que los alimentase en el amor y el respeto hacia sí mismos y hacia la mujer. Porque en las sociedades patriarcales, desde siempre y todavía hoy en día la mujer sigue siendo un mero objeto despreciado a los ojos de los hombres y no tiene la capacidad ni el espacio para ser ella y vivir desde el corazón, tan constreñida vive.
Los hombres se supone han tenido una madre que les han dado amor y desde esa viviencia ellos veneran a la madre y respetan a las mujeres, aunque parece ser que muchos no han tenido esa suerte de ser amados por su madre y no han conocido de pequeños, las virtudes y valores de la mujer. Sobre todo en esas sociedades todavía tribales y patriarcales donde la mujer está totalmente supeditada, sujeta y doblegada a la autoridad del hombre y a su fuerza bruta peor que animal. Su vida pertenece a su padre, a su marido y hasta a hijo varón. Siendo la mujer/madre/hija un ser nulo al servicio del hombre.
Hoy en día la mujer levanta la voz contra el machismo y el patriarcado en muchos lugares del mundo. Es tanta la brutalidad contra ella, que la fuerza de su voz sale por sí misma desde las entrañas contra la violencia física y el maltrato psicológico que recibe por parte del hombre. Contra las violaciones que cruelmente sufren ellas y que se utilizan en las guerras -de los hombres- para debilitar y castigar al enemigo. Contra la degradación a la que es sometida -hoy en día- -por los propios miembros varones de la familia, bajo la mirada indiferente de la propia sociedad y gobiernos. Contra la injusticia de ser obligada a casarse siendo todavía niña. Contra las leyes ¡hoy en día! que obliga a la joven o niña violada a casarse con su violador. Contra la esclavitud sexual y tantas barbaridades más…
No nos podemos llamar humanos mientras exista y permitamos en el mundo el maltrato y la injusticia hacia las niñas y las mujeres.
