Existe un velo energético que nos separa de la Realidad mientras vivimos en el mundo de la Dualidad. Al apartarlo comenzamos a tener conciencia de nuestro Ser. Y cada día vivimos más en el Presente.
Hacernos conscientes plenamente de nuestro cuerpo físico, nuestro cuerpo mental y emocional y nuestro cuerpo espiritual nos ayuda a separar las cosas de este mundo de lo que es permanente: nuestro Ser esencial.
Comenzamos a amarnos a nosotros mismos, a hacernos responsables de nuestro bienestar y salud; de nuestra felicidad y paz interior.
Entendemos que amarnos a nosotros mismos nos da la posibilidad de amar verdadera e incondicionalmente a los demás. Porque el Amor Incondicional es puro, no hace distinciones, está fusionado con la Verdad, y nos envuelve en la Compasión desde el sentir inequívoco de la Unidad; somos parte del Uno.
Cuando nos conectamos con nuestro Ser, en nuestro corazón comienzan a emerger CERTEZAS; como de un manantial brota el agua cristalina. Son certezas porque son pensamientos que no vienen de la mente. Son pensamientos clarificadores que, si aprendemos a escuchar, nos guían certeramente; vienen de la divinidad de nuestro Ser.
¿Hacia dónde te diriges? Pregúntale a tu Ser. Pregúntale a tu corazón y él te guiará. Para ello hace falta ir al Silencio dentro de nosotros mismos. Hay que crear quietud a través de la respiración consciente, focalizada. Dedicarnos media hora del día a nosotros mismos -amarnos- y conectar con nuestro Ser y la divinidad que reside en nosotros.
Enseña al Ego a callar. Crea hábitos para alimentar a tu espíritu para que puedas sentir tu propia divinidad.
Pregúntate ¿hacia dónde me dirijo? descubre el sentido y propósito de tu vida; ello te dará paz interior.
