
Cuando yo me libero, cuando siento que me estoy liberando de algo, ese desprendimiento lo siento en el corazón en primer lugar. «Me he quitado un peso de encima».
Puede que después, seguidamente, en la mente disminuyan los pensamientos… se apaciguan durante un buen rato, produciéndome una paz momentánea. El pecho también se relaja, se expande de tal forma dándonos la sensación de que cabe más aire. Tenemos más espacio en nosotros.
Todos los músculos del cuerpo se destensan por si solos -ni creíamos que eso pudiese suceder-. ¡Cuánto nos desconocemos!
Normalmente liberamos tensión, cuando ya no podemos aguantar más; gritando, insultando, pegando, saliendo de estampida, …
Ahora podemos probar de liberar tensión cantando, riendo, permitiéndonos llorar hasta la última gota, abrazando, …
la sonrisa surgirá sola, desde lo más hondo de nuestro Ser.






Estaba con una amiga muy querida y de muchos años, en una situación que requería la solventásemos de inmediato. Ella propone digamos una mentira y yo con toda naturalidad le contesto que yo hace mucho tiempo que no digo mentiras… y ella se echó a reír como si yo hubiese dicho algo gracioso. Hay otras salidas más valientes.
Cuando no existe otra alternativa, el Ego se rinde y surge entonces, desde lo más hondo del Ser, el guerrero espiritual o pacificador.
Algunas personas me han hecho confesiones que me han dejado sin aliento. Cosas con mucho peso porque no se las han dicho a nadie. ¡Un secreto tiene mucho peso!
No nos gusta esta palabra «pureza» porque las religiones se adueñaron de ella hasta agotar su esencia. Pero la pureza va ligada a la Verdad; lo que no es puro corre el riesgo y peligro de corromperse, pervertirse.