
Hacer lo que uno tiene que hacer es el mayor acto que proporciona paz interior. Nada es más gratificante que actuar desde la plena Conciencia. No por obligación, porque uno se sienta obligado a ello. El sentido del deber se mezcla con los sentimientos de culpa y acarrean un resentimiento silencioso.
Actuar desde la Conciencia no tiene segundas intenciones, es la acción del corazón mismo, no tiene doblez.
La persona que actúa correctamente pero desde el miedo de no hacer lo correcto o porque espera conseguir algo a cambio, es otra cosa. El sufrimiento, bajo la apariencia bondadosa de quien todo lo soporta, tiene consecuencias para el cuerpo físico y la mente. Sin embargo, cuando la Conciencia despierta y la ponemos al frente como nuestra guía, entonces sí, todo cobra un nuevo sentido y una nueva fuerza que nos ayuda a fluir sin esfuerzo o con poco esfuerzo, en el mar de la vida y, desde ese estado de Conciencia, lo que se haga, sea lo que sea, estará bien hecho porque lo estará haciendo desde la pureza del corazón, y está entregando lo mejor de sí mismo, sin esperar nada a cambio.
Porque en el fondo, todos sabemos lo que tenemos que hacer. Puede ser que nos resistamos a verlo e inclusive que nos alejemos y huyamos de ESO que sabemos tenemos que hacer y ser… pero que tarde o temprano, lo encontraremos nuevamente hasta que lo enfrentemos.
Ya sabemos, sólo tenemos que recordar, aceptar y actuar en consecuencia, con coherencia.
La Realidad nos devuelve a nuestra verdadera identidad. No podemos seguir adelante cargando con viejos miedos y culpas. Las viejas creencias deben ser removidas si queremos reconfigurar nuestros pensamientos sobre nosotros mismos.
Hay que crear nuevos espacios para que la Conciencia se expanda y todo nos será dado. Confiemos.
