Cómo solucionar conflictos

El que se enfada tiene derecho a manifestar sus razones pero para hacerlo de manera que no se exceda su reacción en palabras hirientes o decisiones precipitadas, a veces decidir hacer una pausa de reflexión es lo más indicado hasta que vuelva la calma y la mente y el corazón hayan sanado sus heridas, muchas veces magnificadas por el ego. Porque cuando uno se enfada, es como si le hubiese dado permiso al otro a molestarle, accediese a sentirse agraviado. Si no fuese así, cuando uno disiente del comportamiento del otro, lo habla y soluciona las desavenencias sin que le produzca un enfado exagerado, sobre todo cuando hay amor. O sea, el problema de cuánto me enfado está en uno mismo.

Si los demás implicados tienen buen juicio (y amor) deben confiar que la cordura volverá en su momento, cuando haya solucionado en sí mismo el problema. Aceptar su decisión de retirada y respetar su tiempo y espacio, sin pretender entender ni juzgar las decisiones del ofendido es una actitud sabia, igual que el perdonar.

Cada conflicto es con uno mismo y cada quien debe resolverlo en sí mismo, para su crecimiento personal.

Por lo demás, sobran las interpretaciones de juicio. No es necesario posicionarse en alianzas sino que cada cual observará en su interior, de forma lo más impersonal posible, para que la verdad salga a la Luz y aporte a cada uno lo que le corresponda por justicia, una vez calmadas las aguas.

¿Qué es lo que me ha molestado tanto? Toda solución se vuelve más fácil desde el Amor y cada crisis resuelta aporta bondad a los corazones.

Reparar conflictos

No se nos está pidiendo ir a la guerra sino que nos quedemos en casa. Y ni esa responsabilidad que tenemos para con todos parece que muchos no son capaces, desde su egoísmo, de entender y cumplir.

Parece que a algunos les cuesta tomar conciencia de que los CAMBIOS sociales que todos queremos y vemos que son necesarios, comienzan por hacer una transformación de forma individual, en nosotros, en todos los niveles de nuestro ser.

Sentirnos encarcelados en nuestra propia casa es un síntoma de conflicto con uno mismo que ha llegado la hora de resolver. Hemos evitado enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestras frustraciones, decepciones, infelicidad, mal humor y rabia reprimida, …

Si es así, es hora de aceptar que somos prisioneros pero de nuestros condicionamientos, de nuestros apegos y nuestros miedos.

Las víctimas de la vida son las que están padeciendo esta crisis global de forma traumática, por el desconocimiento de sí mismos y su debilidad mental y emocional.

Estar en paz con uno mismo, bajo cualquier circunstancia exterior, es posible cuando uno se ha trabajado el equilibrio entre la mente y el corazón. Cuando se ha aprendido a trascender y relativizar los problemas sin permitir que se conviertan en sufrimiento. La confianza en uno mismo y la claridad mental se hacen necesarias.

La solidaridad, la gratitud, la templanza y la compasión son valores necesarios de desarrollar en estos momentos.

Buen momento para comenzar a hacer limpieza en casa.