No te descorazones

Me digo que no soy una buena persona y al mismo tiempo que digo esto siento lo absurdo de lo que estoy diciendo. Así que lo retiro; no quiero hacer un drama. El sentimiento de culpa, que puedo razonar perfectamente para no castigarme, sé que también es falso.

Pero el remordimiento, por las cosas que no he hecho bien, siguen estando ahí, como un monstruo dormido que a veces despierta y me acosa.

Ayer falleció una amiga mía y la noticia me impactó, me cogió desprevenida e hizo que despertaran los fantasmas que habitan en las sombras de mi subconsciente, aprovechando la Mente el momento para recordarme -restregándomelo en la cara- que no atendí a mi amiga cuando necesitaba ayuda. Y aunque era verdad que yo misma por entonces tampoco me sentía con fuerzas para gobernar mi vida, no era excusa para no ayudarla cuando me lo pidió.

La Mente razona pero le cuesta procesar e integrar la enseñanza, enseguida el Ego la distrae para que siga revoloteando de aquí para allá, mortificándose. Me castigo pero a la vez me justifico y defiendo,

Por otro lado, el corazón destila las emociones y sentimientos, depurando la esencia de cada uno de ellos, quitándoles peso. La bondad del corazón hace más llevaderas las cosas. Y me susurra «Haz un cielo de tu vida. No te descorazones. Asume, asimila, trasciende».

Sin culpa

El sentimiento de culpa es muy doloroso porque inconscientemente el culpable renuncia a vivir de nuevo, no sintiéndose merecedor. Es tremendamente doloroso porque asfixia la alegría natural del Alma. La culpa, que no encuentra perdón, crea auto-castigo y puede incluso arruinarnos la vida por ser un peso en el corazón que nos frena a seguir adelante con esperanza.

La Mente experimenta la vida. Si la Mente vive desde el remordimiento y condicionada por traumas pasados, de qué manera experimentará su alrededor… ¿desde el miedo, la desconfianza, inseguridad, baja autoestima…?

Es muy recomendable cuestionarnos a nosotros mismos nuestros actos para nuestro aprendizaje pero de ahí a convertirlos en pecados que nos lleven al «mea culpa» y nos auto-flagelemos de por vida, eso no.

El arrepentimiento debe darse en un juicio con nosotros mismos y luego pedir perdón y perdonarnos a nosotros mismos, para que nuestro corazón se reponga y sane, abierto nuevamente a amar.

Dejémonos guiar por nuestra Conciencia. Libres de conflictos internos. Debemos amarnos a nosotros mismos para poder avanzar.

El auto-perdón

Perdonar es una acción opcional y voluntaria que demuestra generosidad por parte de quien perdona y arrepentimiento por parte del ofensor que se disculpa.

Si hubo una ofensa, pido perdón al ofendido pero, ¿y si el ofendido no perdona? ¿debo sentirme culpable para siempre? ¿no tiene un problema el ofendido al no querer perdonar, más que el que comete la ofensa y que ya se ha arrepentido?

¿Qué poder tiene el ofendido cuando, según su decisión de perdonar o no, juzga, libera o sentencia al otro a un castigo de cargar con la culpa?

No quiero darle el poder a nadie de que me enjuicie por su cuenta. Me otorgo -a mi Conciencia- el poder de redimirme a mi misma, en caso de que el ofendido no quiera perdonarme.

Eso es suficiente, ante mi arrepentimiento sincero y rectificación. El aprendizaje de mi falta me lleva al auto-perdón. Me lleva a la liberación

Ya si el ofendido, se queda envenenándose en el rencor y no resuelve en sí mismo la herida, es su problema. Podríamos preguntarnos ¿cuánto tiempo es razonable para procesar una ofensa y liberar al ofensor de su culpa?

Lo máximo que se puede hacer con el ofendido que no quiere perdonar es enviarle una oración de amor y luz, todos los días, para ablandar su corazón.

Decir de corazón «lo siento«. y seguir el camino.