
Nos sentimos culpables cuando no nos permitimos cometer errores y pensamos que hemos cometido malas acciones imperdonables. El problema del sentimiento de culpa es que raramente sirve para expiar el haber actuado mal, sino que lo que hace es reducir la autoestima y que uno dude de sí mismo, obsesionándose por lo que pasó.
El sentimiento de culpa lo crea la Mente, trayendo al presente, una y otra vez, lo que ya pasó y no puedes cambiar.
«Si ya choqué el auto, no tiene sentido frenar ahora para no chocar»… ya esa situación se dio. Lo que ya sucedió no se puede cambiar. Me di cuenta del error después… pero la Mente se encarga de traerlo al presente y recordármelo una y otra vez,
¿Qué hacer ahora? Cada situación del pasado que seguimos llevando a cuestas con gran sentimiento de culpa, la vamos a enterrar -bien sea visionándola o yendo a un bosque real-, haciendo un hoyo, poniendo la intención de lo queremos deshacernos, junto con el sentimiento de culpa, y desde el perdón por nosotros mismos y los demás. Podemos sembrar algo encima si nos apetece.
Pero lo importante es, SENTIR que nos hemos quitado de encima un gran peso, que no tenía ningún sentido y nos estaba coartando la libertad. Esto nos ayudará a resolver los conflictos internos, que primeramente sacamos a la luz, y luego los sanamos dándole «sepultura».
Ahora toca vivir por entero en el Presente, desde nuestro quehacer diario. Desde el agradecimiento. Ahora podemos desarrollar la coherencia entre el yo interior y el yo exterior para identificar cuál es la verdad esencial de nuestro propio ser y así liberarnos de toda carga negativa.
Perdonarnos a nosotros mismos. Amarnos para poder amar a los demás.

