Observador de uno mismo

Dejemos atrás nuestra mente infantil y borremos todas las decepciones vividas de un plumazo, entonces habremos madurado. La decepción del enamorado que puso su felicidad en manos de otro. La decepción del hijo y sus grandes expectativas de tener unos padres perfectos. La decepción del creyente cuando Dios no respondió a sus plegarias.

Con la observación de uno mismo uno se vuelve más calmo: dejar de pedir, dejas de planear el futuro fantasiosamente, deja de quejarse, de dudar, de justificarse. Realmente, siendo observador de uno mismo, te haces más consciente de los actos inútiles y comienzas a deshacerte de todo eso que te impide ser tu mismo y de que, sin darte cuenta, ha ido formando una costra alrededor de tu corazón.

Siendo observador de uno mismo, además de colocarte en tu Presente, hace que el horizonte se alargue. Que la Mente se eleve. Y que los cinco sentidos se muevan hacia el interior, iluminando y activando los centros energéticos que están a lo largo de nuestra columna vertebral. Todo con el fin de seguir evolucionando como seres humano; dignos, impecables, honrados.

Y es así, cuando ya hemos integrado a nuestra cotidianidad el ser observadores y coherentes con nosotros mismos, cuando sentimos fehacientemente que somos un Alma y un Espíritu, eventualmente en un cuerpo físico, en el planeta Tierra, en la Galaxia de la Vía Láctea.

Hacernos adultos

hombre mariposa El ser humano también tiene un ciclo en su vida que es el de MADURACIÓN. Se supone que entre los 30 y 40 años es cuando toma conciencia de sí y tiene la oportunidad de hacer un reajuste en su persona; recapacita sobre sus errores y saca provecho de todas las situaciones, buenas y malas,  acertadas y erróneas, pero que ahora sabe ver fueron necesarias para avanzar en su aprendizaje de vida.

Permanecer en la inmadurez por temor a enfrentarse a la vida tiene un efecto bastante desvastador; uno se queda atrapado en la mente infantil. Este efecto puede ser debido a una sobreprotección; el hijo que no se ha despegado de las faldas de su madre y que luego se casa con una mujer de la que espera el mismo trato, por ejemplo.

Hacerse adulto significa tomar entera responsabilidad por los actos de uno mismo en todos los aspectos de la vida; salud, relaciones sociales y afectivas, dinero, felicidad…  mientras nos dediquemos a justificarnos y echarle las culpas a los demás por esto y por aquello, no estamos actuando con madurez. No estamos ejercitando nuestra capacidad de maduración.

Huir de las responsabilidades o fantasear no queriendo verlas, son actitudes que inconscientemente adoptamos, resistiéndonos a los  cambios necesarios dentro del proceso natural de nuestro paso por la vida.

La solución a NO SUFRIR no es huir de las situaciones que nos corresponde enfrentar y solucionar. Para no sufrir justamente hay que ocuparse de los asuntos, solucionándolos como mejor sepamos en su momento. Eso es madurar y por muy difícil que sea la situación, nos sentimos bien con nosotros mismos por estar haciendo lo que debemos hacer.