Inesperadamente, me encontré conmigo misma. Siempre te da un sobresalto y un susto, encontrarte de frente contigo misma cuando menos te lo esperas. En mí sucedió como si se hubiese presentado el cartero y al abrir la puerta me entregase un paquete grande y alargándomelo me dijese con voz indiferente y fría: «esto es suyo, su máscara … firme aquí».
En ese momento de extrañeza y desconcierto no sabes qué hacer o decir. Aceptas y lo coges. Cuando lo abrí, con bastante aprensión y vi y reconocí mi máscara, sentí que iba a caer en llanto, … pero no era el momento…
Me hubiese gustado llorar, lo necesitaba, pero como siempre, no era el momento…siempre hay cosas más importantes por hacer.
Me hubiese gustado abrazarme a alguien y que simplemente me sostuviese con afecto, sin sentirme juzgada, y me acompañase en silencio, ayudándome a sacar fuera y mostrar toda mi fragilidad reprimida… pero nunca ha sido el momento…
Al abrir el paquete salieron las emociones reprimidas y se hizo evidente mi tristeza. Me di cuenta cuán dura era conmigo misma. Siempre considerándome interiormente torpe en las relaciones, temerosa, huidiza… pero obligándome a ser fuerte, auto-suficiente. Aparentando siempre una fortaleza inexistente …
Miré largo rato la máscara y comencé a llorar primero y luego también me eché a reir. Mezclando la risa y el llanto aparecieron colores preciosos que envolvieron la máscara hasta que desapareció como por encanto…
