¡Qué difícil recuperar la inocencia!

niño ojos tristesCuando eras niño, recuerdo que para ti los niños pobres eran los que no tenían sonrisa para alegrarse… o no tenían alegría para sonreir…

Me gustaba escucharte, porque con tus cuatro y cinco años de edad,  creabas nombres hermosos para regalárselos -decías- a los niños pobres. Te entusiasmaba pensar que podías ayudar a hacer feliz a otro niño …. lo veías tan fácil. Los niños son capaces de hacer eso y más mientras son inocentes y puros. Tienen otro sentido de la pobreza y de la alegría…

Mientras estuvimos viviendo en Irán, mi  hijo Husein no se fijaba en la carencia física pero sí le sorprendía y le preocupaba la falta de alegría en los demás niños. Observabas a niños de  mirada pobre o a niños con falta de ilusión o a niños a los que les habían quitado la esperanza y te sorprendía y apenaba… viviendo en un país muy pobre era normal ese paisaje urbano de extrema escasez.

Son niños que, desde bien pequeños, se ven obligados a trabajar de forma miserable; les han robado su niñez y su derecho a crecer y aprender jugando. Ya se encarga la vida y los adultos pobres de alma, de vaciar la mirada y el corazón de los niños de toda esperanza por sus derechos.

Pero igualmente en los países desarrollados a los niños se les roba la luz de la inocencia bien temprano. Al empobrecerlos en las aulas haciéndoles perder el entusiasmo por el conocimiento y la vida misma. Al mantenerles estáticos dentro de una educación extremadamente racional y hacerlos robóticos en frente del televisor. Sus miradas vacías de luz -de esperanza- son las mismas.

Cada parte del mundo; el rico y el pobre, los países desarrollados y el tercer mundo, cada uno con sus problemas e injusticias propias. Pero sobre todo con los más débiles e indefensos; los niños.

Qué difícil deshacer y desaprender las creencias inculcadas desde el egoísmo, la ignorancia y la soberbia. Qué difícil reconquistar la inocencia.

Limpieza y reajuste de creencias

Si no nos enseñaron a pensar y discernir, y cuando niños nos moldearon según las creencias de otros -sin posibilidad de cuestionarlas-, entonces es el momento que nos paremos a hacer un repaso y limpieza de todas las creencias e ideas que no tienen nada que ver con nosotros  y están ocupando un espacio en nuestro interior,  que es  nuestro.

Por convicción propia estoy haciendo mi camino. Nadie me ha persuadido a hacer algo de lo que no estaba plenamente convencido. No me he sentido obligado a abandonar mis sueños, presionado por algún chantaje emocional…. siempre he tenido claro quien soy y que quiero…

¿Podemos  rotundamente hacer estas afirmaciones?

Pasamos la vida sumidos en la ensoñación o  por no tener claras nuestras ideas de quién somos y qué queremos en la vida, nos dejamos llevar por la inercia de creencias fomentadas por otros y que nos han marcado profundamente en nuestra forma de ser. Comenzar a pensar por nosotros mismos es esencial si queremos llegar a descubrir nuestro real ser. No el personaje que se construyó así mismo a través del tiempo; en sus primeros años de vida, en la escuela, en la adolescencia… según todo lo circunstancial que le fue marcando y limitando…

Debemos partir del convencimiento de que tenemos la libertad de rehacer y reconstruir nuestra vida a partir de este momento en que tomamos conciencia de ello. El pasado, todo lo que fue, todo lo que fuimos, ya pasó. AHORA es lo único que importa. Nuestra capacidad de pensar debe ser reactivada.

Mi Presente lo construyo yo. ¿Cuáles son mis ideas al respecto…? ¿Cómo quiero construir mi Hoy? ¿Cuál es mi realidad? … medito sobre ello. No más justificaciones.  Confío en mí mismo, en mi capacidad de compromiso y responsabilidad conmigo mismo.

En mi voluntad de planear y conseguir lo que quiero, desde la actuación correcta y la aceptación de lo que no puedo cambiar me deshago de todos los pensamientos  inutiles. Creando en mi vida diaria un pensamiento reflexivo, positivo y consciente que me permita avanzar como ser humano, en la paz interior y el agradecimiento de tener la oportunidad de ser quien soy.

 

 

 

 

 

 

La medicina del alma

¿En qué parte del cerebro están localizadas las creencias? ¿Dónde los patrones de comportamiento heredados? ¿Cómo reconocer nuestro ser esencial, nuestra naturaleza y eliminar todo lo que nos ha sido impuesto?

Vamos a evaluar nuestra historia personal y vital. Vamos a descubrir el problema central que nos impide avanzar… que obstaculiza alcanzar la felicidad y paz interior… vamos a ser simplemente  quienes somos.

Los acontecimientos de nuestra vida que nos marcaron, creando bloqueos emocionales, podemos eliminarlos. Podemos también deshacernos de nudos de energía negativa que no están permitiendo que fluya libremente la energía en nosotros.

Existen terapias holísticas que te orientan hacia la auto-sanación para aprender desde la observación a tomar conciencia de tí mismo. Dedicarte  tiempo, es el primer paso para alimentar la autoestima; escuchar tu interior, cómo me siento… desde la sinceridad del corazón, no desde la queja de la mente.

La tristeza del alma se percibe cuando nuestro estado de ánimo es bajo, cuando la ilusión y el entusiasmo por la vida se van apagando sin darnos cuenta hasta que finalmente se manifiesta en el cuerpo mental como depresión o cansancio físico y  mental sin causa aparente.

Los desequilibrios del alma los sentimos físicamente como ansiedad, angustia, vacío…. son síntomas psicológicos que experimentamos ante las desilusiones, las pérdidas y por reprimir experiencias traumáticas.

Los sentimientos y emociones no están separados del resto de nosotros mismos. El conflicto nace cuando parte de nosotros se resiste a ver, se resiste a enfrentarse a las situaciones que no sabe cómo resolver. Y aparece el sufrimiento, los miedos.

El núcleo de nuestra esencia es el alma.  Ella reconcilia las intenciones con las acciones, los deseos con la voluntad y lo que somos con lo que desearíamos ser. La mejor medicina del alma es el Amor, la Compasión, la Aceptación y la adaptación.

El Camino hacia la sanación es conocernos a nosotros mismos y aplicar los remedios que el alma, desde la Fuente de Sabiduría del corazón,  nos brinda.