Los pliegues del Alma

Comenté ayer que mis hijos aunque ya adultos siguen creciendo… pero no, soy yo que, con la edad, me repliego físicamente sin darme cuenta …

Y se manifiesta también en las arrugas de la cara, que son pliegues del Alma que se reflejan en el exterior; unas por tantas risas y otras por tantas amarguras o decepciones.

Me recojo de manera natural, por eso se forman pliegues. Los mayores nos retiramos (o nos retiran). Ya ocupamos poco espacio… nos replegamos en nosotros mismos, de ahí las arrugas y la poca masa muscular …

La piel, cuando tienes una edad avanzada, se dobla formando surcos y plisados, a veces fácil de hacerles una lectura, como si fuesen códigos que se han ido recopilando a través de los años vividos y ahora emergen para dejar constancia.

Pero no hay que verlo de forma trágica, uno en su fase final, de ya haber cumplido con la vida, los pliegues que forman la piel son algo natural y conforma la belleza de lo aceptado con dignidad y sabiduría.

Todo tiene un final, menos el Alma y el espíritu.

La vejez y la muerte

La vejez comienza cuando te ves a cámara lenta yendo hacia tu propio funeral. Cosa seria por un lado pero también algo pendiente a enfrentar y relativizar.

La vejez te obliga a mirarte en un espejo, que crees desenfocado, pero que te muestra la mejor visión de ti mismo, si logras ver tu interior.

Ya para entonces la muerte se ha hecho tu amiga. Resulta ser tu compañera de viaje. Te has despojado de todo el dramatismo que siempre le rodeaba hasta entonces.

Dicen que fuiste una buena persona dependiendo de cuánta gente viene a tu entierro. Y también dicen de que los verdaderos amigos son los que te acompañarán en tu último adios. Y no precisamente hay que llorar entonces o estar triste. Para nada, sabiendo que vas a pasar a mejor vida.

La labor de por vida requiere Conciencia en la conquista de lo esencial; nuestro espíritu eterno. Así que realizaremos el tránsito por esta vida sin miedo; con total confianza.

La vida y la muerte no es algo que se aprende de otro sino viviéndola y finalmente dejando el cuerpo dignamente.