Hasta los catorce años crecí en la isla de Cuba. Con el salitre pegado a la piel, la brisa con sabor a sal, el dulce rumor del mar mezclado con los pensamientos, el azul del cielo como fondo de cualquier escenario, la poesía de José Martí en mis labios y en mi corazón.
Así crecí yo hasta los catorce, con un sol generoso todo el año. La vida plácida, jugando en la calle, paseando por el malecón, amando la vida por su sencillez.
Sin deseos más allá de comer un helado, escuchar música o ir a la playa. Sin planes de futuro porque el presente era suficiente. Siendo niña a los catorce; sin conflictos ni tristezas, tampoco nada excepcional… simplemente viviendo sin cuestionar la vida que transcurre sin sobresaltos.
Pueblo de diferentes razas y culturas. Mezclados pero cada cual con su espacio propio. En el edificio de al lado, de gente afrocubana, se escucha la música negra y los olores de tabaco y otras hierbas. Todo en armonía.
Pero la vida es como es y sin venir a cuento saca a la niña de su escenario predilecto … y aparecen nuevas palabras y hechos: dictadura, torturas, muertos, miedo, enfrentamientos sangrientos, bandos y peleas entre los que antes eran vecinos, inclusive en la misma escuela …
Ya no hay más risas sino un silencio helado. Miradas de desconfianza. No más juegos en las calles, ni carrozas de carnaval. En mi instituto me pasan a escondidas propaganda anticastrista para que la reparta. Me quema en los bolsillos. Esto no es parte de un juego, como mínimo vas a la cárcel o al paredón si te pillan, eso dicen.
Avisan de que van a cachear a cada alumno. Yo consigo salir de la fila y me escondo en los baños donde rompo en cien pedazos las papeletas. Me siento muy mal conmigo misma. Me tiembla el cuerpo. Me llamo cobarde sin saber en absoluto qué explicación tiene todo lo que ocurre. Qué sentido tiene ésto, en lo que me hacen participar, sin que nadie me haya preguntado.
Y de pronto, qué paciencia con la vida… en silencio recoger lo imprescindible y marchar como furtivos. Mi querida Cuba queda atrás, sin que nadie me haya preguntado …
Cientos de miles de personas hoy en día huyen de sus países debido a la hambruna o a las guerras. Miles de niños. Se les llama refugiados, pero ya han perdido la esperanza de ser reconocidos y ayudados. Hoy me acuerdo de todos ellos. Los abrazo desde mi pensamiento.