Ya nos instruyen desde pequeños a competir, a rivalizar -en todos los campos- incluído en el del amor. Todo es medido y la mente continuamente está calculando: ¿Cuánto me quieres? Yo te quiero más. Ya no me quieres tanto como antes… y la mente comienza a divagar y se pregunta una y otra vez … ¿por qué?, esa es la forma que tiene para crear la telaraña del sufrimiento.
Al no tener conocimiento de cómo nos manipula y condiciona la Mente, nos dejamos llevar. Tenemos una voluntad débil y frágil. Si tan solo nos parásemos -como observadores de nosotros mismos- a contemplar cómo reaccionamos desmedidamente ante las situaciones diarias, cómo somos engullidos por olas de pensamientos inútiles y desfasados, cómo perdemos tontamente el disfrutar de nuestro presente perdidos en la queja y el lamento…
Nos han hecho creer que la vida es un negocio. Tanto tienes tanto vales. Obligándote a invertir tu felicidad en conseguir una imagen exitosa.
Si te encuentras con un conocido te preguntará: qué haces, qué es de tu vida, cómo te va… queriendo conocer cómo te manejas en el negocio… así que lo resumes diciendo: perdí el trabajo, me divorcié… Con esta información el otro ya tiene los datos precisos para rápidamente catalogarte: otro desgraciado.
Desde la superficialidad con la que se vive no se puede esperar otra cosa; un gran vacío de incomprensión y frustración. Se está desmoronando todo lo que ya no vibra en nosotros.
Este momento tenemos que aprovecharlo para despertar y desear el cambio en nuestras vidas. Un ciclo de oscuridad termina. La vida no es un negocio. Valorémosla. Tu ser esencial es único, divino y valioso.
