
Una almendra, si la habéis visto crecer en el árbol, tiene una primera cáscara para protegerla que al secarse cae o es muy fácil de quitar. Luego tiene una segunda cáscara, muy dura, que se tiene que romper con un martillo para que aparezca la almendra en sí y podamos comérnosla.
Lo mismo ocurre con nosotros los humanos. Tenemos un cuerpo físico -la capa protectora más densa y externa de nuestro Ser- que termina secándose-, más adentro está el Alma, que es la encargada de envolver y proteger el Espíritu: que es la esencia de nuestro Ser, pura Luz, y es eterna.
Percibir y ser receptivo a las altas frecuencias del Universo, es una de las facultades del Alma.
La Mente -sin desarrollar- es sólo hacedora en el Plano material, en conspiración con el Ego. Y el Alma es receptora de las energías cósmicas y nos manda información a través de la Intuición, al crear alianza con la Conciencia.
El Alma es las Presencia divina en nosotros. Si no la prestamos atención y escuchamos, se replegará en sí misma. Alienemos nuestros centros energéticos para reactivarlos y podamos restablecer la conexión con nuestro Ser esencial.
Esto supone mejorar cuantitativamente nuestra calidad de vida.
