Buscando ser yo

Tal era la necesidad de llenar mi sentimiento de vacío, tal era el tormento mental que yo pàdecía que decidí marcharme a Argentina convencida de que allí encontraría al maestro… Con dos hijos pequeños y embarazada de un tercero, dije adios a mi marido y marché a casa de mi madre que vivía en Buenos Aires.

Tenía entonces 33 años. Nos llevamos lo que cabía en la mochila de cada uno. Dejaba atrás una vida de burguesa acomodada y con éxito laboral. Me lancé a la aventura sin pensar. Mi entonces marido no dijo nada, ni sí ni no, ni un gesto para retenerme o para decirme adios; él, hermético como siempre.

Una vez allí, dejé a los hijos con mi madre y tomé un avión a Sao Paulo para comprar una furgoneta. La idea era recorrer el norte de Argentina en busca de un lugar idílico para crear un Albergue turístico. Yo estaba en el tercer mes de embarazo así que no había tiempo que perder.

Compré una furgoneta wolkswagen de segunda mano, magnífica, que se portó muy bien siempre. Esperé viniese mi hermana para luego hacer el viaje de vuelta juntas a Buenos Aires. Sucedió mientras cruzábamos Uruguay, una noche, que no encontrábamos un sitio donde parar para dormir. No había un alma en la carretera, no había gasolineras ni ninguna edificación a todo lo largo de la carretera. De pronto aparece a la vista una estación de policía y paré allí.

Mi hermana estaba en contra de esa idea pues en aquellos años las dictaduras de Argentina y Uruguay eran temibles por su cruel represión. Yo no vi otra salida que detenernos allí a pasar la noche. Cogí los pasaportes y me presenté ante la policía para avisarles de que pasaríamos allí la noche. Ellos se quedaron los pasaportes. Nos preparamos para dormir en la furgoneta. Las dos llevábamos lentillas, que nos quitamos, y apagamos la luz. Buenas noches.

A media noche oímos unos gritos aterradores y de un salto nos pusimos de pie. Sin decir palabra y con manos temblorosas nos pusimos las lentillas. ¡Vámonos de aquí! … sí, pero tengo que ir a recoger los pasaportes. Mi hermana estaba en pánico. Ay, que locura. Llamé a la puerta y se abrió una rendija que qué quería. «Me he puesto de parto vamos a seguir camino, deme los pasaportes».

Estando de viaje, a la buena de Dios, estas cosas pasan, imprevistos a los que hay que echarle valor.

El caso es que el tiempo pasaba, no podía entretenerme pues mi barriga seguía creciendo y me volví a encaminar, ya con la furgoneta y los hijos, hacia el norte, a Córdoba, donde vivía una familia amiga.

Cuando ya creí encontrar el sitio ideal para rehabilitarlo como albergue, mi hija de 9 años, me dijo con firmeza que ella quería volver a España, que no quería vivir allí. Me llevé tal schok que me tuve que acostar. Ya estaba cerca del octavo mes de embarazo y no había contado con la opinión de mi hija.

Como siempre, siguiendo mi forma de actuar impulsiva, recogí las cosas, y tomé rumbo a Brasil, vendiendo la furgoneta en la frontera pues ya mi barriga tropezaba con el volante. Mi idea era tomar el avión de vuelta a España en Sao Paulo. Pero no, se me cruzó en el camino la posibilidad de ir a vivir con una familia macrobiótica (yo lo era entonces) al pie del Amazonas… y para allá que nos fuimos….

continuaré mañana si Dios quiere…

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