
Crecí sin orientación religiosa porque mis padres profesaban diferentes creencias y decidieron que en la casa no se hablase de Dios, para no condicionarnos.
Casualmente yo, tercera de siete hermanos, desde muy pequeña sentí ese vacío espìritual que se manifestaba en desconcierto por la existencia en el mundo. Los niños pueden ser tan crueles que su arma contra mí era gritarme «irás al infierno» que, aunque yo no entendía de qué se trataba, igualmente me aterraba por la maldad que transmitían.
A los dieciseis años me bauticé en el catolisismo a escondidas de mi madre, más que nada por sentirme igual que los demás. Pero, curiosamente, no reportó ningún cambio en mi interior tan necesitado de guía, consuelo espiritual y paz. Los sacerdotes que se cruzaron en mi camino sólo fueron capaces de decirme reza tres padrenuestros.
Religiosamente iba a misa los domingos, … quizás puse demasiadas expectativas porque en lugar de sentirme mejor, me sentía decepcionada y más confundida.
Luego me interesé y sentí curiosidad por el budismo Zen y sí, su filosodía vibraba más acorde con mi corazón pero todo quedó en mera información,
La búsqueda fue larga. Metí las narices allí donde hubiese un maestro que diese pautas de cómo trascender este Plano pues yo me decía a mi misma «no sé lo que sé pero yo sé que sé» … ¿me entendeis?
Me sentía empujada a buscar; a encontrar mi Camino. Era algo totalmente intuitivo. Yo sabía que había algo más allá del cuerpo y mundo físico.
… continuaré mañana … si os parece bien
