«Dadora de Luz»

Os contaré una experiencia importantísima para mí que viví años atrás. Asistí a un curso llamado “renacimiento” y consiste en una técnica de respiración específica que consigue un desdoblamiento de la conciencia y con las que se  logran experiencias inimaginables.

Dirigía la clase un médico vasco asistido por tres ayudantes. Estábamos una veintena de personas todos acostados boca arriba en una gran sala en penumbra con los ojos tapados por un pañuelo. Teníamos que hacer respiraciones prolongadas por la boca largo tiempo. Me entró pánico al empezar a sentir vértigo y algo de angustia y le dije a la monitora que no quería continuar pero ella me convenció y muy hábilmente consiguió relajarme.

De pronto mis manos se llenaron de una energía de “alto voltaje”, se me retorcían, tiesas, con un dolor tan intenso, casi insufrible. Las empecé a mover, arriba y abajo, para distraer el dolor, mientras seguía con la respiración, en una agonía frenética, esperando ese momento prometido de que entraría en éxtasis.

La música estaba a todo volumen y era de percusión muy acelerada y los monitores nos animaban a gritos que siguiésemos con la respiración, con un ritmo delirante y enardecido. Finalmente, quizás después de una hora o dos, no lo sé, poco a poco, la presión energética de las manos empezó a ceder, muy lentamente. Y de repente ¡PUAF! todo cambió.

 Me vi como un ángel azul, enteramente; el traje y la cara eran de color azul. Un azul precioso, azul índigo. Después me vi como un ser de luz y seguidamente como LUZ, sin cuerpo. Estaba en el Universo fundida o diluida en el espacio, en el Todo. Después me hice consciente de mi cuerpo y volví nuevamente a él, sentí que mis brazos estaban rectos y tiesos hacia arriba, como «instrumentos» que mandaban luz.

Era perfectamente consciente de mi misma y de lo que pasaba, pero mi esencia era la que estaba observando mi cuerpo y esas vivencias. Vi por unos instantes el busto de una mujer: era yo, sentí y supe tengo poder. Sentí una voz que decía “Eres Dadora de Luz”…

Mis brazos, como chorros de luz, se dirigieron -moviéndose de una forma muy placentera- hacia los sonidos de llantos que había en la sala, como buscando detectar donde estaba el dolor. Me vino la imagen de mi amiga Dagmar y dirigí los brazos hacia ella -percibiendo donde estaba- y le envié energía.

Después los dirigí, no como brazos pues yo los sentía como prolongaciones capaces de enviar chorros de luz sanadora (¡!) hacia la izquierda donde oía otros llantos. Seguí con los brazos alzados, rectos, como tubos lanzadores de luz. No los sentía  como parte de mi cuerpo físico exactamente, pero disfrutaba de unas sensaciones totalmente nuevas e inimaginables, con unas capacidades de percibir y actuar superiores a como utilizamos nuestro cuerpo.

Bastante tiempo después me llegó la oportunidad de iniciarme en REIKI hasta alcanzar la maestría. Entonces entendí en profundidad lo que significa ser dadora de Luz.

Me siento muy agradecida y privilegiada por ello.