
Dos muy buenos amigos deciden aventurarse en un bosque del que todo el mundo habla que está lleno de misterios y magia. Ninguno de los dos tiene miedo, son tipos razonables y lógicos que no creen en supercherías.
El bosque no era para nada tenebroso, tenía un camino bien marcado y cuanto más se adentraban en él más agradable se les hacía la caminata.
De pronto saltó hacía ellos un ser de color azul de aspecto bonachón que, desde luego, parecía sacado de un cuento, que les propuso lo siguiente:
«Al primero que me pida un deseo se lo concederé, sea lo que sea. Y al segundo, le concederé el doble de lo que me haya pedido el primero».
Los dos amigos, muy sorprendidos, después de recibir el impacto de lo que acababa de decir el genio, se quedaron muy callados y pensativos.
Ninguno de los dos quería ser el primero en pedir, teniendo en cuenta de que el segundo sería doblemente beneficiado.
Pasaron varias horas y ninguno parecía decidirse a hablar. El genio ya se estaba impacientando y les dice que el tiempo se ha acabado y deben ya manifestar su deseo.
Finalmente, el envidioso se adelanta y dice con firmeza «arráncame un ojo».
Tal como los dos hombres fueron advertidos que sucedería, sus deseos fueron cumplidos.
Salieron del bosque bien distintos a como entraron. Tan impactados y destrozados que todavía hoy no han contado a nadie lo sucedido.
