Maravillarse

¡Existen tantos momentos maravillosos! Pero, maravillarse uno mismo, es algo bien distinto.

Porque en ese acto de maravillarse todo el interior se ilumina y ese acto resulta perfecto.

¿A quién no le ha ocurrido? Te pillan por sorpresa y te maravillas. Estás fregando platos y en la ventana de la cocina aparece de pronto una abubilla y te maravillas. Vas a salir de casa toda apurada con mucha prisa y allí está, en el suelo esperándote una pequeña lechuza y tu -maravillada- te agachas para preguntarle con mucha dulzura ¿a qué has venido, tienes algo que decirme? para luego seguir tu camino porque tienes prisa, pero ya con una sonrisa en tu cara.

Maravillarse -iluminándose todos los órganos y células- es cuando tienes la fortuna de presenciar el nacimiento de un niño o también de un animal… o el nacimiento de un nuevo día…

Algo puede resultarnos maravilloso, sí, pero nosotros mismos ser los maravillados, es otra cosa. Es cosa de un instante en el que se paraliza todo para que tú puedas observarlo mejor, a tus anchas, y te quedas sin respiración inclusive.

Siempre cuando me siento ante el ordenador para escribir, lo primero que pienso es que no voy a saber qué decir y termino maravillándome de que sí, si puedo y sé expresar lo que siento.

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