Maravillarse

¡Existen tantos momentos maravillosos! Pero, maravillarse uno mismo, es algo bien distinto.

Porque en ese acto de maravillarse todo el interior se ilumina y ese acto resulta perfecto.

¿A quién no le ha ocurrido? Te pillan por sorpresa y te maravillas. Estás fregando platos y en la ventana de la cocina aparece de pronto una abubilla y te maravillas. Vas a salir de casa toda apurada con mucha prisa y allí está, en el suelo esperándote una pequeña lechuza y tu -maravillada- te agachas para preguntarle con mucha dulzura ¿a qué has venido, tienes algo que decirme? para luego seguir tu camino porque tienes prisa, pero ya con una sonrisa en tu cara.

Maravillarse -iluminándose todos los órganos y células- es cuando tienes la fortuna de presenciar el nacimiento de un niño o también de un animal… o el nacimiento de un nuevo día…

Algo puede resultarnos maravilloso, sí, pero nosotros mismos ser los maravillados, es otra cosa. Es cosa de un instante en el que se paraliza todo para que tú puedas observarlo mejor, a tus anchas, y te quedas sin respiración inclusive.

Siempre cuando me siento ante el ordenador para escribir, lo primero que pienso es que no voy a saber qué decir y termino maravillándome de que sí, si puedo y sé expresar lo que siento.

Vivir en el submundo

Toda mi preadolescencia y juventud la viví desde una mente atormentada, desde la sensación de que nadie me quería, desde el sentimiento de que sobraba, que no me querían porque yo no tenía mérito alguno y me preguntaba una y otra vez qué me faltaba, qué tenía que hacer para que me quisiesen. Qué estaba mal en mí.

A la vez, y ahí nacía el conflicto, es que muchas personas de mi alrededor y la vida misma me parecían miserables. Me sentía torpe, siempre fuera de lugar. La vida me parecía vulgar, banal y el círculo en el que me movía -en el trabajo y en la familia- era tan insulso, tan hipócrita, tan vacío, que me hacía caer en una apatía profunda, desesperanzada y sin energía para romper con lo que me separaba de otras realidades que ni me pasaba por la mente que pudiesen existir.

Yo vivía en un submundo del que no sabía cómo sacar cabeza y poder coger aire. Y me decía a mi misma: «Si acaso tengo que sucumbir lo haré dignamente, no sintiéndome acabada sino habiendo descubierto que vivir vale la pena».

Siempre en la búsqueda pero sin saber qué buscaba. Siempre a las andadas pero sin tener un mapa que me guiase. Mi realidad estaba desfigurada por tanta neblina mental, siendo incapaz de sincerarme conmigo misma. Callé mi Alma y mi corazón más de la mitad de mi vida. No hay nada peor que el auto-engaño y el victimismo.

Yo misma saboteaba mi intuición. Me ha llevado muchísimos años reconocer mi ignorancia. Pero en el fondo no estaba del todo equivocada; efectivamente existen otras dimensiones de nuestro Ser. He tenido que escalar alto y dejar atrás todo lo que creía que era yo. ¡Nada que valiese la pena! ¡Somos mucho más!

Me di cuenta de que no sólo se trata de desear ser feliz y tener una vida plena. Lo más importante para mi ha sido el crear con firmeza la paz interior, el sentirme bien conmigo misma desde la certeza de saber quien soy. Y a partir de ahí, de esa seguridad en mi misma, crear mi propio camino.

EL PROCESO VITAL

Lo que está sucediendo y todo lo que ha sucedido. Lo que aparentemente es y ha sido negativo en tu vida, todo eso, te está conduciendo a tu maduración. Ese es el proceso vital, único y necesario para evolucionar. No existe la casualidad ni la mala suerte ni el castigo divino.

El Universo nos pide que estemos atentos a lo que es realmente importante para el despertar de la Conciencia. No pongamos resistencia y hagamos lo que tenemos que hacer, desde el corazón. Él nos irá diciendo lo que es lo correcto. Despertemos la intuición y la escucha interna.

Olvidémonos de las opiniones de los demás. Sacudámonos de encima las creencias impuestas.

Practiquemos la modestia y la moderación, la paciencia y la generosidad. Armados con estos valores, venceremos toda traba que ponga el Ego.

«No hay viento favorable para el barco que no sabe dónde va«, dijo Séneca.

Preguntémonos ¿Quién soy? ¿Qué quiero hacer con mi vida?.

Nuestra mejor versión

No tenemos que construirnos sino re-construirnos. Destapar nuestros talentos. Romper limitaciones impuestas y dejar salir nuestra propia creatividad y sentido de la vida.

Ya somos espíritus, sólo que la espiritualidad hay que despertarla. Hay que encontrarla dentro de nosotros; haciendo un trabajo de conocimiento interior, y darle su espacio.

Despertar la Conciencia, pues eso es lo que somos: CONCIENCIA. De ahí la necesidad de reconstruirnos: deshacernos de dogmas, creencias, falsos conceptos, fantasías infantiles … necesitamos madurar.

No insistamos en lo que ya claramente ha quedado obsoleto, innecesario y sólo nos lleva al sufrimiento e infelicidad. Que los cambios sean bienvenidos para tener una mejor calidad de vida. Nos lo merecemos.

Un árbol se da por contento brindando sombra. Pero el ser humano es perfeccionista y competitivo -así hemos criado a nuestros hijos- y por ello el humano nunca llega a sentirse satisfecho consigo mismo.

Como terapeuta soy testigo de ello; en la inmensa mayoría de personas que he tratado, la raíz de su infelicidad y vacío, era esa sobre-exigencia consigo mismas y también con las personas más cercanas. Por otro lado, además de ese estado de insatisfacción casi permanente y que se toma por «normal», está la rigidez mental que no permite el hacer una revisión imparcial de nuestros actos para poder ser consecuentes con lo que pensamos-decimos-hacemos.

Hay que hacer un reseteo de nuestro carácter, nuestra personalidad, reacciones. Para ello tenemos que hacernos Observadores de nosotros mismos, lo más imparcial posible, y nos sorprenderemos de hacernos conscientes de lo poco que nos conocemos.

¿Cuál es nuestra forma de reaccionar? ¿Cuan racionales e inflexibles somos? ¿Cómo son nuestras emociones? ¿Cuál es nuestra capacidad de comunicarnos con nosotros mismos y con los demás?

Primero SER: Ser Paz. Ser Alegría. Ser Amor. Ser Felicidad. Ser uno mismo. Ser desde la Libertad de Ser.

Luego HACER: Hacer lo correcto. Hacer lo que nace en el corazón. Hacer de forma responsable.

Los límites los ponemos nosotros, y serán los correctos desde el conocimiento que tengamos de nosotros mismos. A partir de ahí actuaremos desde la aceptación, siendo nuestra mejor versión.

En paz contigo mismo

La vida se da por resuelta cuando ya no tienes nada que perdonar ni nada por lo que pedir perdón. Cuando estás en paz contigo mismo. Cuando te amas en la tranquilidad de haber saldado todas tus deudas.

Porque una vez resuelto lo pendiente, queda sin cargas nuestro presente para simplemente ya sólo ser testigo, protagonista y observador del momento, sin afección, sin carga, sin juicio.

Viviendo al día ya no hay nada que perdonar. Aceptamos la realidad que nos ha tocado vivir. ¡que gran alivio! Nuestra Mente en el presente, con pocos pensamientos. Vacía de reproches por el pasado y sin ningún tipo de miedos por el futuro.

Tampoco esperamos ser perdonados -ese no es problema nuestro. Nuestra responsabilidad es no repetir errores; sacar un aprendizaje de lo vivido en nuestro proceso evolutivo.

Cuestionarnos cada noche cómo ha transcurrido nuestro día a día liberará nuestra Mente de pensamientos inútiles; podremos dormir tranquilos siendo agradecidos.

Sintámonos cómodos con la vida y con nosotros mismos. Desde el ejercicio de recapitulación podremos extender nuestra sonrisa mil kilómetros a la redonda y más, de manera abierta, accesible y franca.

Somos UNO.

La decadencia

Tenía ante mí un mar sin sol debido a la indiferencia de la raza humana.

Las olas, iban y venían reflejando la apatía y dejadez del mundo.

En lo alto del acantilado había una plataforma de cemento donde la gente se paraba a mirar sin hacerse conscientes de la enormidad de su insensibilidad e indolencia. Y es que, desde ese estado de egoísmo e inconsciencia, sólo veían su diminuta realidad.

De vez en cuando surgían olas de Luz y unos pocos las reconocían y se maravillaban de ellas, haciéndoles recordar y reavivar su condición humana profunda.

Otros, bajaban a las rocas para refrescarse en el agua y reían sintiéndose audaces. Y otros, muy pocos, meditaban, con la intención de conectar con el espíritu del Océano. Captaban lo inconmensurable del momento; lo absorbían, lo libaban desde la respiración consciente, haciendo crecer la vibración y frecuencia de todo el lugar, para que todos se beneficiasen.

Se trataba de la energía del AMOR que una vez más aparecía para que despertásemos de nuestro letargo.

Confianza absoluta

Quiero creer que se está gestando un corazón universal de Amor puro. Sé que está siendo un proceso muy largo; le cuesta al ego claudicar. Le cuesta a la Mente romper son patrones y conceptos.

Quiero creer y me empeño en ello; en acabar con los reproches, cerrar heridas, confiar en el Orden divino universal.

Quiero tener la certeza -y la tengo la mayor parte del tiempo- de que trascenderemos la dualidad que nos lleva a juzgar y competir que no nos permite elevar nuestra vibración a la de AMOR INCONDICIONAL.

Anhelo en realidad, con todo el corazón, entremos pronto en el dominio de la Unidad. Que podamos percibir cómo los ángeles -nuestro Yo Superior- nos alientan, inspiran y apoyan, desde la Luz

Participemos para que suceda sin trabas lo que tiene que suceder, desde la entrega de Amor, al servicio de los demás.

Desde la sincronización con las energías superiores, el Ser se desenvuelve con libertad.

Hasta que te salgan alas

Si quieres ser más auténtico, se impone un cambio. Sabes que la vieja forma de actuar, ha llegado a su fin. Tienes que concentrarte en tu propia vida. Ya sin más quejas o echarle la culpa a los demás.

Si quieres seguir adelante, tienes que ser Observador de ti mismo para poder reunir todas tus energías dispersas y seguir adelante. Sólo conociéndote a ti mismo es que lo vas a lograr, y es posible.

Tu no eres cualquiera, eres mi hermano.

Tu confusión me duele, tu eres yo misma.

Te abrazaría hasta que te saliesen alas.

Te abrazaré hasta que te salgan alas.

La vejez y la muerte

La vejez comienza cuando te ves a cámara lenta yendo hacia tu propio funeral. Cosa seria por un lado pero también algo pendiente a enfrentar y relativizar.

La vejez te obliga a mirarte en un espejo, que crees desenfocado, pero que te muestra la mejor visión de ti mismo, si logras ver tu interior.

Ya para entonces la muerte se ha hecho tu amiga. Resulta ser tu compañera de viaje. Te has despojado de todo el dramatismo que siempre le rodeaba hasta entonces.

Dicen que fuiste una buena persona dependiendo de cuánta gente viene a tu entierro. Y también dicen de que los verdaderos amigos son los que te acompañarán en tu último adios. Y no precisamente hay que llorar entonces o estar triste. Para nada, sabiendo que vas a pasar a mejor vida.

La labor de por vida requiere Conciencia en la conquista de lo esencial; nuestro espíritu eterno. Así que realizaremos el tránsito por esta vida sin miedo; con total confianza.

La vida y la muerte no es algo que se aprende de otro sino viviéndola y finalmente dejando el cuerpo dignamente.