
Hace ya unos cuantos años me encontraba en el ashram de Ramana Maharishi en la India. Recibí allí un inmenso regalo al dejarme llevar por un impulso y seguir a un pequeño grupo que se adentraba hacia el fondo del templo.
De pronto, me encontré ante la entrada de un inmenso comedor donde un señor en la puerta me invitó a pasar. Había unas 20 hileras de manteles de papel en el suelo, preparados con hojas redondas de algún árbol y un vaso de aluminio. Nos sentamos a ambos lados en un largo de quizás veinte personas por fila. Varios hombres iban pasando con un cubo de latón para echar en cada hoja un cucharon o dos de sémola de arroz y seguidamente pasaba otro y te echaba una salsa encima. Otro, echaba agua en el vaso.
Me resultó deliciosa la comida, además de que comer con los dedos es todo un arte que multiplica el deleite por la comida. Pero lo más impactante fue que al salir del templo comencé a sentir una energía que me recorría todo el cuerpo. Era una energía de alegría que nunca jamás había sentido antes y comprendí y experimenté el inmenso valor que tiene lo que entra en nuestro cuerpo… el importante valor que tiene cocinar con amor, bendecir los alimentos y comer con actitud consciente de gratitud.
