Quien se molesta es siempre el ego. Si caemos en la trampa de sentirnos ofendidos por algún comentario inoportuno y replicamos con enfado; ese es el ego. El ego habita en la mente inferior, es reacio a ceder y siempre reacciona de forma exagerada.
Si nos sentimos heridos por observaciones irónicas, comentarios sarcásticos, y hasta por cosas sin importancia; ese es el ego reaccionando.
Las luchas de poder a todos los niveles, las rivalidades, la competitividad, donde entran los celos y las envidias; ahí está el ego sufriendo. El ego jamás permitirá se le contradiga y si calla la rabia se lo come por dentro.
Quien miente, quien tiene miedo, quien siente frustración -no importa las razones-, sigue siendo el ego expresándose.
Lo que apasiona al ego es sentenciar al hablar, recrearse a sí mismo haciendo declaraciones sobre moralidad y doctrina… porque está complentamente convencido que él sabe más, que él es el mejor (humildemente claro). Y si es un ego muy bien alimentado creerá que está llamado a salvar el mundo…
Todo el espacio que ocupe el ego se lo está restando al amor por los demás y al verdadero amor por sí mismo.
Un ego exagerado está centrado en el personaje que uno representa como protagonista principal absoluto de la obra. El ego se alimenta de todas las energías negativas que hay en nosotros.
Tomar conciencia de ello es la forma de atraparlo. El amor es la mejor red para capturarlo y ponerlo en su sitio. Moderar todos sus excesos ayuda a que la Conciencia se desarrolle y conecte con el alma colectiva del universo: Somos Uno.







