Ella con 87 años de edad tiene muy buena salud física pero va perdiendo su memoria. Así y todo se mantiene lúcida en lo trascendental. Reza, reflexiona, se aferra al pilar de enseñanza espiritual en la que fue educada y que fue siempre su guía en los momentos difíciles.
Ella pierde la memoria de lo inmediato, sí. Y uno se sorprende de que no recuerde hasta lo más notable de su vida, como el otro día que me preguntó con toda naturalidad “oye, ¿yo soy viuda?”… y con la misma naturalidad “¿y tú quién eres? … soy Cristina, mamá”.
Me doy cuenta que la ACTITUD ante la vida -los rasgos que nos distinguen- no se pierde. Así que, si antes de la enfermedad tenías una actitud positiva, alegre, de aceptación y de adaptación ante cualquier situación; eso que tienes a tu favor. Me doy cuenta de la gran importancia que tiene el preparar bien el terreno en uno mismo durante las primeras etapas de la vida para que en la vejez haya una buena cosecha…
Ella pierde la memoria pero no pierde la Conciencia, al contrario, me da la impresión de que la fortalece; porque es lo único que le queda. No recuerda su historia personal de esta vida pero tiene conciencia de su ser esencial.
Es como un árbol que se va deshojando cuando llega el otoño. Se secan y caen todos los recuerdos de esta vida pero si creció lo suficiente y desarrolló sus raíces de Conciencia, manteniendo su alma enraizada en lo que realmente la sustenta, entonces, se conservará aletargada pero viva esperando llegue la próxima primavera y reverdecer de nuevo… sin hacer ningún tipo de drama sobre ello.
